Cuando cuidar pasa a controlar: protección vs. sobreprotección

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Cuidar de nuestros hijos es natural, pero cuando ese cuidado se convierte en control constante, puede frenar su crecimiento emocional. Te mostramos cómo diferenciar entre proteger y sobreproteger —y por qué es clave hacerlo.

En el camino de la crianza, es frecuente confundir dos conceptos que, aunque parecen similares, tienen efectos muy distintos: la protección y la sobreprotección. Mientras que la primera se basa en brindar apoyo, herramientas y seguridad, la segunda nace del miedo y del deseo de evitar cualquier incomodidad o error en los hijos.

¿Dónde termina el cuidado y empieza la sobreprotección?

Proteger a nuestros hijos implica ofrecerles guía para que puedan afrontar retos acordes a su edad, experimentar, fallar y aprender. En cambio, sobreproteger significa impedir que tengan esas experiencias, para que nunca sufran, se equivoquen o se expongan a lo desconocido.
Estudios han vinculado la crianza sobreprotectora con mayor riesgo de ansiedad, baja autoestima y dificultades en la autonomía de los niños.

Señales de que quizá estemos controlando de más

Algunas conductas sutiles revelan que hemos pasado de la natural protección a la sobreacción:

  • Evitar todo riesgo: no permitir que el niño explore o enfrente situaciones nuevas.
  • Supervisar cada detalle: tomar decisiones por ellos o corregir cada error antes de que ellos lo hagan.
  • Intervenir antes de tiempo: resolver sus problemas sin darle la oportunidad de intentarlo por sí mismo.

Impacto emocional del exceso de control

Impacto emocional del exceso de control

Los efectos de la sobreprotección pueden manifestarse en la vida del niño y, luego, del adolescente:

  • Desarrollo de una autopercepción frágil: creer que no es capaz de manejar el mundo por sí solo.
  • Dificultades para asumir responsabilidades, manejar emociones o adaptarse a nuevos entornos.
  • Mayor riesgo de aislamiento emocional, rigidez y problemas en las habilidades sociales.

Acompañar sin invadir: una fórmula equilibrada

Para criar con equilibrio y evitar caer en la trampa del exceso de control, conviene cultivar una relación que combine respaldo con autonomía:

  • Brinda libertad proporcional a la edad: permite que el niño enfrente retos cotidianos que lo impulsen a fortalecer su criterio.
  • Estimula la toma de decisiones: invítalo a elegir, asumir consecuencias y reflexionar sobre sus elecciones, en lugar de obedecer pasivamente.
  • Permite el error como maestro: cuando falle, acompáñalo preguntando qué aprendió y cómo lo haría diferente, en lugar de corregirlo inmediatamente.
  • Cuestiona tus propias emociones: a veces, el afán de proteger nace del miedo del adulto más que de la necesidad real del niño. Reconocerlo permite acompañar de manera más consciente.

Criar a un hijo no es solo protegerlo de los peligros, sino prepararlo para caminar por la vida con confianza, decisión e independencia. Identificar la delgada línea entre la protección positiva y la sobreprotección es un paso vital para regalarle las herramientas para enfrentarse al mundo por sí mismo. Como pregunta final: ¿los estás preparando para la vida o resguardándolos de ella?

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Andy Benavides Comunicación | CoverNews por AF themes.