7 hábitos que no te llevan a ninguna parte

Los hábitos se adquieren muchas veces de manera inconsciente. Simplemente te vas mecanizando y ya no te acuerdas por qué piensas de un modo determinado o por qué haces las cosas siempre de una misma manera. Terminas creyendo que es la única forma de pensar o de vivir que existe, y todo es tan obvio para ti que ni siquiera te detienes a cuestionarlo.

Desafortunadamente, muchas veces adquirimos esos hábitos sobre la base de personas o experiencias negativas. Nos acostumbramos a llevar una nube negra sobre nosotros y, cómo no, la realidad termina dándonos la razón. Porque cuando buscamos, aumentamos las probabilidades de encontrar.

“Su carácter es esencialmente la suma de sus hábitos; es cómo usted actúa habitualmente”

-Rick Warren-

De la misma forma que adquirimos hábitos de pensamiento y de conducta que no nos llevan a ninguna parte, también podemos hacer conciencia y construir nuevos referentes. No es tan difícil y, en cambio, puede mejorar mucho tu calidad de vida. Estos son siete de esos hábitos que debes erradicar para saborear auténticamente tu existencia.

Criticar, uno de los hábitos más nefastos

En muchas personas hay una tendencia a lanzar un comentario negativo frente a cualquier persona, situación o realidad con la que se encuentren. Es como un chip que se activa automáticamente y lleva a descalificar, sin un propósito definido.

La crítica es válida cuando está orientada a mejorar. Pero si únicamente se dirige a encontrar lo malo de todo, sin mayor objetivo que el de remarcar lo negativo, finalmente terminas creando una atmósfera pesada y, por supuesto, consiguiendo que los demás también miren solamente lo negativo de ti.

Esperar pasivamente a que “suceda algo”

Ocurre cuando tu respuesta frente al malestar no es la de mirar qué puedes hacer, sino la de esperar a que ocurra algo externo que venga a solucionar tu inconformidad. Esperas a que llegue un amor, o a que te ofrezcan un trabajo mejor, o a que algún médico te dé por fin la receta contra las migrañas, o cualquier otra cosa.

En el fondo, tienes la fantasía de ser rescatado. Te ves a ti mismo como alguien sin recursos para solucionar problemas o emprender nuevos caminos. Con el hábito de esperar solo consigues que los días pasen y pierdas un tiempo valioso que nunca podrás recuperar.

Convertir la queja en una forma de vida

Quizás sin darte cuenta has construido la idea de que la queja es algo positivo. Erróneamente, crees que lamentarte es una forma de probar el valor de tus esfuerzos, o de mostrar que has pasado por muchas dificultades y tiempos difíciles.

Quizás estás buscando una reacción en los demás y adquieres el hábito de quejarte para ganar admiración, aprobación o solidaridad. Pero, a la hora de la verdad, obtienes lo contrario. Se trata de un patrón de comunicación nocivo, que harta a quienes te rodean.

Fingir que el asunto “no va contigo”

La evasión es un hábito muy común, especialmente entre los varones, aunque también en muchas mujeres. Aparentemente, quieres “quitarle drama” a la situación y no está en tus planes concentrarte en los problemas, por graves que estos sean. Puede que lo llames “ser despreocupado” y hasta te ufanes de ello.

Lo cierto es que los problemas reales de la vida no se pueden eludir. Por más que corras, siempre te alcanzan. Al pretender ignorarlos, los alimentas para que crezcan. Ningún problema serio se resuelve solo y esconder la cabeza bajo la tierra solo complica aún más las cosas.

Consumir, consumir y consumir…

Volverte esclavo del consumo es un hábito que, con toda seguridad, te conduce hacia la infelicidad. Puedes llegar a creer que tener un súper teléfono móvil te hará sentirte dichoso. Y quizás sea así… por un par de horas. Después, aterrizas en la realidad y tienes que poner tus ojos en otro capricho.

Apostar el bienestar a los objetos es solamente una manera de proyectar el vacío interior sobre estos. A todos nos gusta ir de compras y complacernos con algunas adquisiciones. Pero cuando esto toma el valor de una apuesta por la felicidad y se convierte en hábito, hemos tomado el camino equivocado. Solo logramos hacer más hondo el vacío que sentimos.

Quedarte en casa como hábito

Cuando nos sentimos mal tendemos a volvernos pasivos y a no querer movernos de donde estamos. Lo normal es que salir de ese estado nos tome una tarde, o a lo sumo, un par de días. Pero cuando sigues haciendo lo mismo y lo conviertes en un hábito, es hora de pensar en lo que está pasando.

El problema no es en sí que te mantengas encerrado. La verdadera dificultad estriba en que con esa forma de actuar comienzas a construir un estilo de vida en el que lo que prima es el aislamiento. El aislamiento, a su vez, alimenta una posición depresiva y la sensación de ser más frágil y vulnerable cada vez.

Rechazar la novedad y el cambio

Tener rutinas excesivamente rígidas es una forma de auto bloqueo. Si siempre haces lo mismo, también es seguro que tus pensamientos, tus sentimientos y tus percepciones se mantendrán invariables. Es como si disecaras lo que llevas en tu interior.

Los cambios siempre son positivos, ya que te sacan, en alguna medida, de tu zona de confort. Eso te obliga a activar tu mundo interno, para conseguir una nueva adaptación. Y en esas condiciones, es probable que veas o experimentes algo que te haga sentir vivo, que te muestre que hay muchas actividades interesantes más allá de esa cuadrícula en la que te has acostumbrado a vivir.

Fuente: La Mente es Maravillosa

 

 

 

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