Los padres hipercríticos no educan hijos perfectos

Lo habitual es que los padres hipercríticos no den lugar a hijos perfectos o de desempeño sobresaliente, sino más bien a niños infelices que, con mucha frecuencia, se convierten en adultos deprimidos y ansiosos.

Muchos padres consideran que la crítica es uno de los pilares de la educación. Es más, entienden que cuántas más críticas les hagan a sus hijos, mejor les irá; mejorarán, y recibirán así menos por parte de otros. Parten de la premisa falsa de que la inflexibilidad en la infancia es una garantía de éxito para la etapa adulta de sus pequeños. Están convencidos de que lo hacen por su bien y de que el sufrimiento que puedan causarles tendrá recompensa, y con creces, en su mundo adulto.

El otro presupuesto falso del que parten los padres hipercríticos es que el cariño debe dosificarse, y mejor de menos que de más. Con una dosis más grande de la necesaria existe el peligro de que se vuelvan vulnerables. Este tipo de padres tienen la convicción de que están haciendo un bien a sus hijos.

Lo cierto es que estas premisas rara vez consiguen el resultado esperado, o sea, niños que se convierten en adultos fuertes y sanos, envidiados por su capacidad para gestionar las emociones. De hecho, en muchos casos los hijos de los padres hipercríticos solo consiguen evolucionar cuando superan la crianza que recibieron, los nudos emocionales que se hilaron entonces. Veamos esto con más detalle.

Los padres hipercríticos

Con frecuencia, los padres hipercríticos proyectan en sus hijos sus propias frustraciones. No es raro que ellos también hayan sido educados de esa manera y, aunque esto les haya reportado grandes frustraciones en la vida, consideran que es lo correcto.

Ese exceso de crítica y de exigencia suele manifestarse de diversas maneras, entre las que se destacan las siguientes.

La crítica continua hacia los niños puede generar inseguridad y ansiedad a largo plazo.

Rigidez y severidad

Los padres hipercríticos suelen ser muy estrictos con la disciplina y las normas. Hay algo de marcial en su forma de educar.

Ejercen un control minucioso sobre sus hijos y les exigen resultados académicos. Restringen las actividades recreativas y “seleccionan” a sus amigos. En muchos casos llegan a impedir que se relacionen con su grupo de porque consideran que no hay nadie en él que merezca la pena.

Presión continua

Estos padres están convencidos de que sea cual sea la cuestión y las circunstancias, tienen la razón. Por eso, deciden sobre lo que el hijo debe hacer o dejar de hacer, sin contar con lo que piense o quiera. Señalan la dirección y las metas, al tiempo que demeritan cualquier manifestación individual que se aparte de sus directrices.

Hipervigilancia

Los padres hipercríticos también son hipervigilantes. Piensan que deben hacer un seguimiento obsesivo de los pasos de sus hijos para que estos no cometan errores. Invaden las vidas de sus niños, no les permiten tomar decisiones y monitorean lo que hacen, por lo general, para cuestionarlos y “perfeccionarlos”.

Tienen altas expectativas

Para estos padres es muy importante que sus hijos se destaquen. Les frustra que ellos estén dentro del promedio normal: necesitan que sean mejores. Por eso, se muestran decepcionados, e incluso llegan a castigar a sus hijos, cuando no consiguen mayores logros que los demás.

Falta de reconocimiento

Para los padres hipercríticos no importa el esfuerzo, ni tampoco los avances. Ellos únicamente se fijan en los resultados y solo ofrecen reconocimiento cuando tales resultados son meritorios. De lo contrario, desconocerán los logros.

Manipuladores

Es muy habitual que este tipo de padres acudan al chantaje para relacionarse con sus hijos. De manera implícita o explícita ponen sobre los hombros de los niños la responsabilidad de hacerlos felices a ellos. De este modo, si el hijo “los complace”, el padre o la madre estarán felices. Si no, serán desdichados.

La crítica excesiva a los niños puede generar una gran frustración.

Los efectos de los padres hipercríticos

Como lo anotamos desde el comienzo, los padres hipercríticos difícilmente pueden educar a niños felices y, por lo tanto, a adultos que también lo sean. Si lo logran, será porque sus hijos han tenido que aprender a relacionarse con los acontecimientos fuera de su radio de influencia. Con otros modelos, bajo la referencia de otros patrones.

El efecto más frecuente de este tipo de crianza es la inseguridad, la sensación que arraiga en la persona de que, haga lo que haga, nunca será suficiente.

Así mismo, los hijos de este tipo de padres suelen ser portadores de ansiedad. Aprenden a exigirse más de lo que pueden dar y se sienten insatisfechos con lo que consiguen. Hay el temor constante de ser desaprobados, primero por los padres y luego por todos los demás. No logran estar en paz consigo mismos y no es raro que esto siembre la semilla de la depresión.

Lo más habitual es que estos chicos no logren desarrollar la autonomía, ni muchas de las habilidades sociales. Es frecuente que se tornen dependientes de la aprobación ajena y que no consigan ser ellos mismos. De este modo, el principal fruto de los padres hipercríticos son los hijos infelices.

Fuente: La mente es maravillosa

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